Jorge Luis Cerletti |
CAPITALISMO,
ALTERNATIVAS EN ESPERA…
Concientes de la aplastante hegemonía mundial
del capitalismo, surge la pregunta: ¿qué
y cómo construir alternativas hacia el nacimiento de un nuevo orden social?
En distintas oportunidades hemos apelado a
aquello de “caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Este aforismo empleado
para cuestionar concepciones mecanicistas y economicistas, por añadidura, mueve
a reflexionar en torno a las ideas y experiencias desarrolladas en nuestro
campo.
No obstante las grandes diferencias entre las
naciones que integran el planeta y a pesar de sus particularidades, todas
forman parte del sistema mundial capitalista. Dentro de esa pluralidad
diferenciada corresponde hacer una primer y fundamental distinción entre los
países hegemónicos y los periféricos. Vale decir, entre los que disputan la
dominación del mundo y los que, en diverso grado, se subordinan a los dictados
de aquéllos.
Los bloques de poder hegemónicos son los verdaderos
artífices de los organismos internacionales modelados según sus intereses. De
esta conjunción de poder devenida del proceso de acumulación del capital,
sobresalen las grandes Corporaciones. Desde hace tiempo se constituyeron en
factores protagónicos de la mencionada hegemonía que rige los destinos de la
vida en el planeta. No sólo influyen decisivamente en la suerte de
neocolonialismo que sufren los países subordinados sino que regentean la
política de las potencias directamente o a través de sus poderosos lobbies. Y en
los Estados “periféricos”, a quienes pretenden lograr ciertos márgenes de
independencia se les oponen cada vez
mayores obstáculos y menores posibilidades de recuperar soberanía. Baste observar los
sucesos que se vienen dando en varios países sudamericanos, incluido el nuestro,
que en lo que va del siglo se apartaron siquiera en parte de las recetas
político-económicas exigidas en la “globalización”
(del gran capital).
Retomando la pregunta inicial ligada a la
problemática esbozada, se pueden considerar mínimamente dos tendencias de corte
anticapitalista: a) los que plantean la toma del poder del Estado como
precondición para el cambio de sociedad, reproducen acríticamente, la rica concepción
marxista-leninista que inspiró a los movimientos revolucionarios triunfantes en
el siglo XX y que después terminaron en la conocida implosión. b) Los que
cuestionan el rol del Estado como agente de cambio del orden social. En esta tendencia
se produce una diferenciación entre quienes rechazan de plano cualquier
política estatal en la gestación de alternativas y los que rescatan las
contradicciones de la política realmente
existente cuando favorecen a los movimientos populares. Ubicado en esta
última variante, abordaré ahora la problemática abierta.
Un punto clave de esa ardua problemática es el
de la toma del poder del Estado. En
tan pocas palabras se anudan varias cuestiones. “Tomar el poder” no es lo mismo
que construir poder. Y el Estado, fiel a su naturaleza histórica, no tiene por
qué ser la única forma de organización social de grandes conglomerados humanos.
Aspectos concomitantes de un mismo problema que encierra importantes contradicciones.
Construir poder en contraposición a tomar
tiene una primer lectura. “Tomar” remite a un poder existente que se concentra
en el del Estado. Paralelamente y en
función de la esencia de esa macro institución, resulta el principal
instrumento para gobernar a la sociedad que de acuerdo a su historia se ha mostrado como un baluarte de la
dominación. Las grandes revoluciones comunistas del siglo XX se propusieron y
lograron tomar el poder del Estado como medio imprescindible para la liberación
y con la vana ilusión de mutarlo en un instrumento innecesario en camino a su extinción. Los hechos demostraron lo
ilusorio del planteo porque ese poder
existente emanaba de una construcción histórica preñada de relaciones de
dominio, interpersonales y sociales, que subsistieron en las entrañas de las
vanguardias revolucionarias y cuyos efectos culminaron con el fenómeno de la
implosión.
La gravitación de semejante boomerang replantea
el significado de la construcción de
poder. Porque, hasta ahora, el poder equivale a la imposición de unos sobre
otros y en términos políticos, a las atribuciones que asumen quienes conducen a
un colectivo cuya máxima expresión es el conjunto de la sociedad. Y aquí
reaparece la figura del Estado.
Pareciera entonces que construir poder referido
al desarrollo de procesos emacipatorios es una contradicción en sus propios
términos. Luego, la meta sería inalcanzable. Pero como se trata de construir
algo todavía inexistente, la problemática se transfiere a la naturaleza increada
de tal construcción. Aquí surge la gran dificultad: qué tipo de poder sería
aquél que permita conducir los destinos comunes de modo colectivo. Dificultad
que se puede percibir hasta en los pequeños grupos que propician la
socialización del poder. Como es obvio, el problema se acrecienta a medida que
aumenta el número de personas que deben coordinar su participación en el
destino común. Y ni qué decir si se trata de una nación…
Lo anterior reduce los alcances de la democracia
directa y potencia a la democracia representativa que es exhibida como garantía
de civismo toda vez que resulte funcional a la legitimación del poder hegemónico.
Y hoy el gran capital controla a la multiplicidad de los países con algunas circunstanciales
excepciones que intentan ponerle ciertos límites.
Ante la dominación mundial del capitalismo y
la actual carencia de alternativas, se impone valorizar los gérmenes de lo
nuevo que tienden hacia cambios sustantivos. Dentro de esa perspectiva se abre
una suerte de sendero casi inexplorado en general e ignorado por los políticos tradicionales.
Me refiero a la circulación del poder que
responde a una idea emancipatoria que plantea reducir o salvar la distancia que
media entre las democracias señaladas. Se propone articularlas en una
democracia auténtica en vez del cínico disfraz que oculta a quienes la distorsionan
y usufructúan. Claro que esto implica nuevas formas organizativas que deben
nacer de sustanciales procesos de cambio en los niveles político, económico y
cultural. Niveles en los que se manifiesta la tensión entre la dominación realmente
existente y la necesidad de su transformación
a la espera de que se concreten alternativas favorables a la emancipación.
La práctica real de la democracia directa conlleva
tanto la participación efectiva de los miembros de un colectivo como las dificultades
para tomar decisiones operativas. Por eso su ejercicio se da sólo en grupos
micro aunque de variable extensión.
Las posibilidades de crecimiento político y de
generar un salto cualitativo institucional radicarían en la combinatoria de
ambas formas de democracia. En tal caso la circulación del poder permitiría el
funcionamiento de su complementación. Las asambleas definirían los objetivos
con sus medios y la elección de los miembros temporarios de la conducción.
Éstos serían los responsables de la gestión de los mandatos y de las
iniciativas emanadas del conjunto. Asimismo, la conducción deberá limitarse en
el tiempo y en esto interviene la circulación del poder para evitar el
enquistamiento de eventuales vanguardias. Aquí confluye “el mandar obedeciendo” zapatista coincidente con tal fin sin desmedro
de la operatividad del colectivo. Esa consigna que aparenta una polaridad
inconciliable, simboliza todo lo contrario al fusionar ambos términos de la
contradicción. Es que el “mandar”, implícitamente, supone la fidelidad a los mandatos del común, su razón de ser.
Pero más allá de la riqueza del zapatismo y de
sus ideas que alcanzaron relieve universal, constituye una experiencia micro cercada
por el poder estatal del gobierno mexicano de turno. Realidad que testimonia el
encierro y la presión que deben soportar las aperturas que impulsan la
emancipación inmersas en el orden global capitalista.
Sumar fuerzas con amplitud de miras es uno de
los grandes desafíos debido a la subjetividad social reinante que es la gestada
por los sectores hegemónicos que logran inocularla en los mismos que padecen
sus consecuencias. Y si bien en muchas situaciones los movimientos populares se
muestran contestatarios, en general se ven atenaceados por las relaciones
sociales propias del orden existente. Este escenario es un verdadero campo de
batalla en que por ahora domina el poder del capital frente a la razón y la
solidaridad humana. En esa ardua batalla, de acuerdo a los momentos y las
situaciones, hay que saber distinguir bien entre enemigos, aliados
circunstanciales y aliados a largo plazo, donde la raya divisoria pasa por
quienes luchan por y con los de abajo oponiéndose a las inequidades e
iniquidades del capitalismo. Tarea indelegable en demanda de construir un
proyecto emancipatorio que supone desarrollar una política de largo aliento que
no reconoce iluminados ni dueños. Exige un esfuerzo colectivo con altas dosis
de solidaridad y de ideas creativas e innovadoras sostenidas sin prejuicios y con
capacidad autocrítica.
Entre los variados desafíos resalta la encrucijada
derivada del formidable productivismo del sistema capitalista que engendra
continuamente nuevas necesidades, adicciones y adictos. Desde el punto de vista
de los bienes materiales que produce, tangibles o de sofisticada tecnología,
son un poderoso nutriente tan rico como envenenado. Mas, la gravitación de ese
“veneno” transforma la riqueza en segregación social, desigualdad, deterioro de
la naturaleza, desperdicio y, sobre todo, seres humanos depredadores hasta de
su propia existencia. Inescindible de semejantes efectos y producto de la
agobiante hegemonía del capital, es la entronización del dinero como patrón de
conductas de los individuos y de la sociedad. Se puede decir que ha llegado hasta
desdibujar el perfil de las clases sociales pues las atraviesa como imaginario
dominante que alcanza aún a los más carenciados. ¡¡ Hoy, cuán lejos está el
proletariado del que fuera considerado el sujeto revolucionario en las últimas
décadas del siglo XIX y gran parte del XX !!
Llegados aquí, resurge el interrogante inicial
que debe servir de acicate para fortalecer el convencimiento de que esta larga marcha
deberá transitar el irrenunciable camino
hacia la emancipación. No existen
recetas ni dioses, sólo cabe no cejar en la lucha consecuente por un mundo
mejor.-----
Jorge
Luis Cerletti
10 de Junio de 2016
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